De la piscina de Siloé al sepulcro de Betania
A veces, nosotros podemos ser "el amigo" muerto del Señor.
Por: Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez | Fuente: Semanario Alégrate
Para que el Hijo de Dios sea glorificado
La manera en la que Jesús comprende las cosas es muy emocionante. Logra contener al mensajero cansado que viene desde Betania con una noticia cruel, dura y dolorosa que descompone a cualquiera. No así a Él. Cuando Jesús mira al mensajero, lo recibe con respeto y lo contiene. Lo dice para Él, para sí y para todos. “Esta enfermedad no acabará con la muerte, servirá para la gloria de Dios” (cfr. Jn 11,4). El mal, el dolor, incluso la enfermedad y la muerte no tienen la última palabra. Todo es un lugar teológico en el que se manifiesta el poder, la grandeza y el amor de Dios. ¡Señor, enséñanos a interpretarlo todo desde el horizonte de la fe!, ¡enséñanos a mirarlo todo como tú lo haces!
El dolor pujante de Marta y María
Apenas Jesús llega sale a su encuentro Marta, y comienza a reprocharle su retraso (cfr. Jn 11,20). ¡Señor, por qué no llegaste a tiempo!, ¡Por qué tardaste tanto!, ¡Dónde estabas cuando más falta nos hacías! Este sentido reclamo de Marta tiene muchas voces en dolores actuales de la humanidad. Jesús respeta a Marta y respeta con veneración sagrada sus sentimientos, no la calla, no la educa, no la reconduce, no la evangeliza. La deja ser con su dolor y con su reproche. La acepta, la mira, la abraza, la contiene. Esa es la calidad humana y la gran capacidad de escuchar de Jesús. No la encamina para que niegue su dolor y sienta otra cosa. Por el contrario, con un finísimo respeto, le habla de la vida, de la resurrección. En medio de su dolor, Marta se apoya en su fe y sostiene: “Señor creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo” (cfr. Jn 11,27). Este es el mismo reproche y el mismo proceso al que Jesús conduce a María (cfr. Jn 11,32).
La confianza del Hijo
Es sorprendente la oración que Jesús recita en la puerta del sepulcro. Él mira al cielo, levanta los ojos a lo alto. Da gracias al Padre porque lo ha escuchado (cfr. Jn 11,41-42). Le agradece que siempre lo escuche. Pide por la gente, para que crean. ¡Qué belleza!, no es la oración de un hombre descompuesto, vuelto loco, no es el grito desesperado de quien no sabe ya qué hacer. Es la oración de quien se sabe amado por el Padre, de quien siempre se ha experimentado escuchado por el Padre. ¡Qué bella estampa del modo de orar de Jesús!, Él se movía desde esta confianza existencial. Cuanto tiene que enseñarnos sobre la oración, ¡Jesús, enséñanos a orar desde esta confianza al Padre!
Si crees verás la gloria de Dios
Jesús llama a Lázaro salir del sepulcro (cfr. Jn 11,43). La potente voz de Jesús rescata a Lázaro del poder de la muerte y lo hace salir del sepulcro entre vendajes y ungüentos, con el sudario y sin poder caminar. Lázaro nos representa a todos los que hemos dejado de soñar, y hemos dejado que las fuerzas de la vida se nos escurran de las manos. A veces, nosotros podemos ser “el amigo”, muerto del Señor, y Él viene hoy a darnos vida para que, por nuestro medio, y por lo que Dios ha obrado en cada uno, muchos sigan creyendo que Él es el Señor de la vida.
