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¡Escúchenlo!


 Pensemos en la necesidad que tenemos de saber escuchar a Dios.


Por: Pbro. Joaquín Dauzón Montero | Fuente: Semanario Alégrate


1. Hay en el texto evangélico de este domingo varias cosas que se pudieran tener en cuenta, como los elementos celestes: la transformación de las vestiduras de Jesús, la presencia de Moisés y de Elías, la nube que envuelve a los testigos del acontecimiento y la voz del cielo que dice: “Este es mi Hijo muy amado...”: y los elementos terrestres: los tres discípulos, el deseo muy humano de perpetuar el acontecimiento y su miedo.

2. Pero nos vamos a detener en la recomendación celestial que anima a los discípulos diciéndoles: “Escúchenlo”, porque de este acto sensitivo depende la vocación de los discípulos de dar a conocer al Hombre-Dios-Jesucristo. De hecho, uno de los tres discípulos, Juan, le dice a quienes escribe su primera carta, probablemente a la Iglesia en Asía donde él vivía: “He aquí lo que era desde el principio, lo que hemos escuchado, lo que hemos visto, lo que hemos palpado con nuestras manos, a la Palabra que es la vida” (1Jn 1,1).

3. Curiosamente este primer versículo recoge tres verbos, escuchar, ver y palpar, en sus diversas flexiones. Se sabe que los sentidos en los evangelios, son signos de los sentidos espirituales del ser humano, pié nsese en la curación del sordo mudo, del ciego de nacimiento, de aquel del brazo paralizado que curó Jesús en sábado. Y es que, quien desde el ámbito espiritual no sabe escuchar, no alcanza a ver la verdad interior de las personas, de las cosas y de los acontecimientos, ni puede localizarlas como se debe.

4. Saber escuchar a Jesús nos descubre su humanidad con todos sus valores y su divinidad, con todas sus prerrogativas celestiales, y nos libera de los errores que se han cometido y se cometen acerca de su verdadera identidad. Pensemos en la necesidad que tenemos de saber escuchar a Dios que nos habló de muchas maneras en la antigua revelación al pueblo que él se escogió como suyo y saber escuchar a Dios a través de la Palabra hecha carne entre nosotros, Jesucristo, quien, de hecho, es el único que conoce al Padre, como él lo afirmó en muchas ocasiones en el cuarto evangelio, pues nosotros no podemos conocerlo si no es a través de quien bajó del cielo para revelárnoslo. Dios nos conceda ser una valiosa ramita verde en el árbol infinito de su misericordia.


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